ORDEN, DESORDEN Y ZEN
(Esto iba ser un comentario a los vuestros sobre la entrada anterior, pero se ha alargado tanto que me ha parecido mejor colgarlo como una nueva entrada).
¡Vaya, interesante polémica! Daniel, yo no he dicho que la gente desordenada padezca de pereza mental, sino que hay cierto tipo de desorden que es característico de los perezosos mentales (en este caso, ni son todos los que están, ni están todos los que son). Y de hecho en mi primer comentario hablaba de otra futura entrada sobre el asunto.
En cuanto a lo del caos ordenado y el orden caótico, son también otro tema, que quizá también resultaría interesante abordar en el futuro.
Lo cierto es que yo casi siempre encuentro lo que busco (el 99% por ciento de la veces) pero hay una pequeña porción en la que no (ese 1%), que resulta desesperante, y por lo general coincide con un quebrantamiento de la propia rutina. Yo, por ejemplo, siempre dejo las gafas en el mismo lugar cuando me las quito (en su funda en el cuarto de baño cuando me pongo las lentillas, y en la mesita que tengo junto a la cama antes de apagar la luz), pero el día que no lo hago, y en las pocas ocasiones en las que no llevo las lentillas, no las encuentro porque... ¡las necesito para poder buscarlas! (¡He llegado a ponerme las lentillas otra vez, sólo para buscar las gafas!).
Ahora estoy buscando un poema que escribí hace tiempo (muchos años); bien, pues he conseguido encontrar todos los poemas que he escrito en mi vida, menos ese! Seguramente porque como es uno de los que me parecían más aprovechables, en algún momento lo separé del resto para tenerlo más a mano... (Todavía confío en encontrarlo, Max, te lo debo).
Por último, a pesar de ser tan ordenada, tengo un pequeño problema (porque soy también un poco "atabalada" -una palabra catalana que tiene un matiz que no tiene equivalente en castellano, a medio camino entre ansiosa y precipitada): se me "despegan" las cosas sin darme cuenta. Voy con algo en las manos para guardarlo en su sitio y suena el teléfono, o llaman a la puerta, o recuerdo algo urgente que tengo que hacer... y suelto el objeto donde me pille (a veces en lugares muy, muy insólitos) y después, aunque por lo general acaba apareciendo, puedo tardar días y hasta semanas en encontrarlo; precisamente porque está en un lugar "inadecuado" donde nunca se me ocurriría buscarlo (incluso puedo pasar por delante de él varias veces sin verlo).
Así perdí mi broche favorito y más querido (un regalo de amor en su momento) un pájaro Dodó que quizá algunos recordáreis por haberlo visto, porque lo llevaba casi siempre prendido. Un día salí hacia el aeropuerto con el tiempo justo y un equipaje muy voluminoso. Lo había dejado aparte para ponérmelo y con las prisas casi olvidé hacerlo. En el último momento, lo cogí con la intención de prendérmelo en el taxi, durante el trayecto. Con él en la mano, y tirando de la maleta y demás bultos con la otra, fui al quiosco a comprar el periódico, lo solté un momento para sacar el monedero... y olvidé recogerlo. Cuando me dí cuenta ya estaba en el avión y nunca apareció (a pesar de que pregunté por él a mi regreso). Lloré de rabia, porque además del valor sentimental me gustaba mucho porque era muy original.
Ahora ya no sufro tanto por las cosas que pierdo. Con el paso del tiempo he elaborado una especie de doctrina Zen al respecto: no vale la pena preocuparse por la pérdida de un objeto; si al final aparece habrás pasado un mal rato innecesario, y si no aparece, preocuparte no va a cambiar el resultado...
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home